19 feb 2017





“Jesús se dirigió al monte de los olivos, y al día siguiente, al amanecer, volvió al templo. La gente se le acercó, y él se sentó y comenzó a enseñarles.
Los maestros de la ley y los fariseos llevaron entonces a una mujer que habían sorprendido cometiendo adulterio. La pusieron en medio de todos los presentes, y le dijeron a Jesús:
–maestro, esta mujer ha sido sorprendida en el acto mismo de cometer adulterio. En nuestra ley, moisés ordenó que se matara a pedradas a esta clase de mujeres. ¿qué dices tú? Ellos preguntaron esto para ponerlo a pruebas, y así tener de que acusarlo. Pero Jesús se inclinó y comenzó a escribir en la tierra con el dedo. Luego como seguían preguntándole, se enderezó y les dijo:
–aquel de ustedes que no tenga pecado, que tire la primera piedra.
Y volvió a inclinarse y siguió escribiendo en la tierra. Al oír esto, uno tras otro comenzaron a irse, y los primeros en hacerlo fueron los más viejos. Cuando Jesús se encontró solo con la mujer, que se había quedado allí, se enderezó y le preguntó:
– mujer, ¿dónde están? ¿Ninguno te ha condenado?
Ella contestó:
– ninguno, señor.
Jesús le dijo:
– yo tampoco te condeno; ahora vete y no vuelvas a pecar. 

Juan  8: 1 - 11

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