“Jesús se dirigió al monte de los olivos, y al día
siguiente, al amanecer, volvió al templo. La gente se le acercó, y él se sentó
y comenzó a enseñarles.
Los maestros de la ley y los fariseos llevaron entonces a una mujer que
habían sorprendido cometiendo adulterio. La pusieron en medio de todos los
presentes, y le dijeron a Jesús:
–maestro, esta mujer ha sido sorprendida en el acto mismo de cometer
adulterio. En nuestra ley, moisés ordenó que se matara a pedradas a esta clase
de mujeres. ¿qué dices tú? Ellos preguntaron esto para ponerlo a pruebas, y así
tener de que acusarlo. Pero Jesús se inclinó y comenzó a escribir en la tierra
con el dedo. Luego como seguían preguntándole, se enderezó y les dijo:
–aquel de ustedes que no tenga pecado, que tire la primera piedra.
Y volvió a inclinarse y siguió escribiendo en la tierra. Al oír esto, uno
tras otro comenzaron a irse, y los primeros en hacerlo fueron los más viejos.
Cuando Jesús se encontró solo con la mujer, que se había quedado allí, se
enderezó y le preguntó:
– mujer, ¿dónde están? ¿Ninguno te ha condenado?
Ella contestó:
– ninguno, señor.
Jesús le dijo:
– yo tampoco te condeno; ahora vete y no vuelvas a pecar.
Juan 8: 1 - 11
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